EL TEMOR AL TRIUNFO

(Versión editada y corregida)En México se ha iniciado lo que se ha dado en llamar la Cuarta Transformación (4T). Pero, ¿en qué consiste realmente esta transformación?La 4T no es solo un cambio de gobierno, sino el intento de consumar una profunda renovación histórica, comparable —según sus promotores— a los tres grandes momentos de ruptura del pasado: la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana. Su propósito central es superar siglos de opresión, desigualdad y saqueo, y construir por primera vez un sistema social cuyo principio y fin sea el ser humano, y no el dinero ni el poder por el poder mismo.Durante quinientos años —desde la Conquista española hasta los últimos ochenta años de gobiernos entreguistas y corruptos— el pueblo mexicano ha padecido marginación, pobreza y violencia. Se derramó más sangre en las últimas décadas que durante la propia Revolución de 1910. En todo ese tiempo, una minoría rapaz, invadida por la codicia más desmedida, se apoderó no solo de la riqueza nacional, sino también de la voluntad y la dignidad de las mayorías. Lo hizo mediante la fuerza física, la coerción armada y, sobre todo, el bombardeo constante de mensajes subliminales a través de los medios de comunicación que controlaba.Por primera vez en mucho tiempo, el pueblo decidió, por voluntad propia y en las urnas, deshacerse de esa clase parasitaria que jamás se preocupó por sus necesidades y que solo buscaba inflar su ego y su fortuna a costa del sufrimiento ajeno.El objetivo último de esta Cuarta Transformación es instaurar un humanismo mexicano real: un sistema social y económico en el que el ser humano recupere su lugar central, y donde los recursos naturales del país —que la naturaleza nos ha dado con prodigalidad— se utilicen para generar los satisfactores que permitan la autorrealización plena de todos los mexicanos, sin excepciones.Para lograrlo, es necesario romper con los viejos paradigmas que nos mantenían sumidos en la apatía, el desconsuelo y la “fiaca” o pereza mental. Durante décadas se nos enseñó a creer que nuestras capacidades solo podían desarrollarse fuera del país, que aquí no había futuro, que era mejor emigrar. Hoy se busca revertir esa mentalidad y reconstruir los lazos de unión con la Nación.El gran obstáculo no es solo la resistencia de quienes perdieron privilegios —la llamada “burocracia dorada” que vivía del presupuesto sin rendir cuentas—, sino algo más profundo y extendido: el temor al triunfo.Paradójicamente, a la mayoría de la gente le asusta ganar. Triunfar implica responsabilidades, esfuerzo sostenido, salir de la zona de confort. Es más fácil quedarse en la inercia, en la queja pasiva o en la supervivencia mínima, que asumir el reto de construir algo nuevo. Hay quienes incluso presumen: “Mi filosofía es saber lo menos posible del mundo para ser más feliz”, siempre y cuando alguien más les garantice lo básico.Ese temor al triunfo tiene dos caras:
  1. La pereza mental (hoy llamada astenia), que paraliza y prefiere la comodidad aunque sea indigna.
  2. La ambición desmedida de quienes ya tenían todo y no soportan perderlo. Para ellos el poder y el dinero funcionan como una droga: cuanto más tienen, más quieren, sin importar a quién pisoteen.
En un sistema humanista, ambas enfermedades deben curarse. La pereza mental será tratada como la corrupción psicológica que es. La ambición desmedida será contenida mediante un modelo económico basado en la equidad laboral y la recompensa al esfuerzo real, no a los influyentes o al apellido.Se propone un Sistema Molecular de Trabajo: unidades productivas que se reproducen a sí mismas, donde el trabajador no solo reciba un salario justo, sino bonificaciones por su entrega y creatividad. Un sistema donde el trabajo deje de ser una carga y se convierta en fuente de realización y hasta de diversión. Donde el sentimiento pase de “lo mío” a “lo nuestro”, porque nadie puede ser isla: nacemos en total dependencia y solo sobrevivimos gracias a los demás.Quien acumula egoístamente y se aísla en su fortaleza, creyendo que el dinero lo protege de todo, termina prisionero de su propia paranoia. Como la brasa separada del brasero, se apaga lentamente en su soledad interior. La verdadera felicidad no está en tener más, sino en servir. Como bien dice el lema: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.México tiene todo para despegar como potencia mundial: territorio, recursos, talento y, sobre todo, un pueblo que ya demostró que puede cambiar su historia cuando se decide. Lo único que falta es vencer el miedo al triunfo colectivo.Porque el triunfo asusta… pero la mediocridad mata.Escrito originalmente en Cd. Juárez, Chihuahua, el 27 de julio de 2019.
Versión editada y corregida: noviembre de 2025.
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